El factor Atenea
El factor Atenea es el término usado para denominar el fenómeno de retirada de las mujeres del sector digital. Por eso considero importante escribir sobre este fenómeno en un día como hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Los números.
Haciendo un poco de investigación sobre este factor, resulta que:
- Según el sitio countrymeters, en el mundo, la población masculina es de 50.4% en tanto que la población femenina es el 49.6% (Es decir que ligeramente existen más hombres que mujeres en el mundo)
- Pero en México, existimos 119 millones de personas, de las cuales 61 millones somos mujeres y 58 millones son hombres. (INEGI )
- Existen más mujeres que hombres terminando una carrera universitaria. Pero sólo 12.9% obtienen un título en alguna carrera relacionada con las ciencias de la computación. (Según la Asociación de Investigación Informática, citada en el blog de Ana Luz Loyo Páez)
- En México, sólo el 10% de las mujeres trabajan en empleos relacionados con la tecnología.
- En E.U. solo el 26% de la mujeres están laborando en el sector tecnológico, y en Europa sólo el 23%.

Figura 1. Distribución de la Población en México
Claramente las mujeres no estamos participando de la generación de empleos en el sector tecnológico. Pero lo más alarmante es que se espera que a partir del 2020, con la llegada de la 4ª Revolución Industrial este tipo de empleos crezcan dos veces más rápido que en otras áreas. Este simple hecho debería de motivarnos a fomentar que existan más mujeres involucradas en el sector.
Pero esperen, que hay más números:

Figura 2. Estadísticas sobre la población femenina en México.
Entonces, ¿por qué no hay más mujeres trabajando en el sector para el que se proyecta más crecimiento en el futuro? Claramente existe una enorme cantidad de ellas en pobreza extrema, las que además deben mantener su hogar solas. ¿No deberían poder acceder a los beneficios de un empleo en las Tecnologías de la Información?
Y viéndolo desde otro punto de vista, si la tecnología está diseñada por el 50.4% de la población mundial que constituye la población masculina, ¿acaso no nos estamos perdiendo de las innovaciones y soluciones que podría generar el otro 49.6% de la población?
¿Por qué no hay más mujeres en el sector de las TI?.
“Mi papá me dijo que no estudiara sistemas” así se tituló una ponencia que tuve la suerte de escuchar en el Dev Day 4 Women celebrado en el año 2016, en el mes de diciembre, por la Scrum Master y TSP Coach Sol Estrada.
La conferencista demostró cómo la presencia femenina en este tipo de carreras no es fomentada incluso desde el seno familiar.
En la familia se genera la División Social del Trabajo, estableciendo estereotipos en torno a las profesiones que hombre y mujer pueden hacer. Por ejemplo, si una mujer quiere estudiar Ingeniería mecánica, existe la percepción de que esa profesión “es para hombres”. De la misma forma, si un varón quiere ser enfermero, se le dice que esa es una carrera para mujeres.
Este proceso de socialización de la división del trabajo, genera a la larga, que las niñas desarrollen:
- Una actitud menos positiva en cuanto a sus propias habilidades.
- La percepción de ser “poco útiles” o incluso “tontas”.
- Expectativas de éxito más bajas.
- El no afrontar retos por miedo al fracaso.
Esto genera que una gran mayoría de ellas se matriculen en carreras de Humanidades, Sociales o de la Salud. Esto no es necesariamente malo, pero nunca descubren el potencial que podrían tener en las áreas STEM.
Experiencia propia.
Yo nunca fui parte de las estadísticas, en mi infancia viví todo lo contrario. A tal grado, que cuando me enteré por primera vez que existía el factor Atenea, no lo podía creer.
En mi caso particular, mi papá fue el que me propuso estudiar Ingeniería en Computación, cuando yo aún ni sabía con que se comía eso.
Cuando yo era niña, el mundo era completamente diferente a lo que vivimos hoy. La época pre-Internet dificultaba las comunicaciones, la difusión del conocimiento y de estilos de vida alternativos era casi imposible. Y aun así los valores que mis padres habían establecido en casa, permitió que los roles se salieran del esquema tradicional. Como ambos trabajaban, ambos hacían las tareas del hogar, en forma equitativa. Entonces un día podía papá cocinar mientras mamá seguía en el trabajo.
Para mi papá no hay límites, puede cocinar, hacer carpintería, mecánica o reparaciones menores en casa. Y exactamente por eso es que tampoco cree en los límites para las mujeres; así que desde pequeña me inculcó el amor a la ciencia, la historia, la geografía. Era común que sus regalos fuesen libros, atlas, globos terráqueos, etc. Pobrecito de mi papá, la naturaleza le concedió solo hijas, ningún varón. Pero eso jamás fue motivo para desmotivar o incluso prohibir lo que una niña podía o no estudiar.
Ahora que soy adulta entiendo lo que nunca se me ocurrió pensar: que mis padres estaban muy adelantados a su época. Yo jamás viví discriminación en casa por ser mujer. Se nos enseñaba a cocinar como un derecho al que tienen todos los seres humanos de saber preparar su propia comida, más no porque después íbamos a tener la obligación de alimentar a un marido. Lo mismo a barrer y lavar, simplemente porque todos, hombres o mujeres, necesitamos saber hacerlo, pero jamás fuimos “preparadas” para servir a un marido en un futuro.
En la época en que realicé mis estudios universitarios, realmente no era tan extraño que las mujeres estudiaran Sistemas. Recuerdo que el grupo en donde estudiaba, el porcentaje de mujeres y hombres era casi 50-50. Fue después, cuando ya me encontraba ejerciendo como docente, que empecé a notar el sesgo de género en la matrícula. Y comencé a investigar y a leer.
Incluso encontré un sitio que promovía una especie de “Club de Tobi” (en referencia a la caricatura de La pequeña Lulú) para programadores varones. Ahí se afirmaba que la programación de computadoras es una actividad 100% masculina, porque según ellos, los cerebros de los hombres se encuentran mejor preparados para esta tarea.
Ese fue el momento en que se me cayó la venda y caí en cuenta de todas las acciones discriminatorias que se realizan en contra de las mujeres. Lo peor del asunto es que las mismas mujeres en muchas ocasiones somos las que fomentamos esta discriminación. Recuerdo que al estar hablando acerca del problema de la deserción en mi institución, una colega fue la que se atrevió a declarar:
“Es que el problema son las mujeres. Las chicas son las que siempre desertan y no estudian, por lo que estaríamos mejor si ya no aceptáramos mujeres en la universidad”.
Me quedé sin habla, al escuchar a una mujer insinuar que era mejor que las mujeres no estudiaran la carrera de Tecnologías de la Información, cuando en realidad deberíamos promover y fortalecer la presencia femenina en nuestras aulas.
El otro lado de la moneda.
Hoy mis estudiantes varones tuvieron un gesto maravilloso, sorprendiendo a todas sus compañeras e incluso a mí, con un pastel, una rosa para cada una, y dirigiendo unas palabras de felicitación para celebrar este día. Fue espontáneo e inesperado, y lo mejor de todo, sincero. Si bien en el mundo todavía no podemos afirmar que la discriminación, la violencia y la falta de respeto hacia las mujeres han sido erradicados, por lo menos, puedo pensar que por una breve charla que les di acerca de este tema, los jóvenes entendieran y reconocieran la importancia de las mujeres.
Pero hubo un estudiante que con justa razón me preguntó:
“¿Y por qué es necesario un día para la mujer? Si ellas mismas se ponen los límites, se creen eso de ser el sexo débil y les gusta vivir de ese estigma”.
Y tristemente también debo reconocer este aspecto tan negativo de muchas mujeres. Nosotras somos las que decidimos retirarnos del campo tecnológico, nosotras establecemos nuestros límites y nuestras expectativas de éxito. Para muchas es más fácil tomar una actitud pasiva, y escudarse en el hecho de “ser mujer” para no tomar las riendas de su propio futuro.
Y luego bajo la falsa bandera de la “equidad de género” aceptamos que también se cometan muchas arbitrariedades, como no conceder un permiso de paternidad a los empleados que acaban de ser padres, o algo tan simple como no celebrar con la misma anticipación, intensidad y alegría el Día del Padre que el Día de la Madre.
He visto muchas chicas que usan su “belleza” para lograr que los chicos les hagan sus tareas, lo que quieran. Y después los botan como un objeto que ya no les sirve más. A estas mujeres se les olvida la lucha de las que abrieron las puertas para que tuviéramos derecho a pisar una escuela. Eso es tan triste, porque están tirando a la basura el trabajo de muchas que incluso pagaron con sus vidas.
No soy una ultra feminista, pero creo firmemente que es tiempo de acabar con la discriminación y la violencia en contra de la mujer. Todas debemos ser capaz de decidir libremente lo que queremos ser y hacer. Pero también es tiempo de que la mujer deje de usar los atributos propios de su género para salir adelante en la vida.
Y los hombres deben recibir reciprocidad de nuestra parte, reconocimiento y amabilidad. En una palabra, buscar una verdadera equidad de género.
¿Qué debemos hacer para celebrar este día?
Para empezar, el Día de la Mujer no debe ser sólo un día. Debe ser algo que celebramos y sobre todo, que vivimos todos los días. Y por igual, tanto hombres como mujeres.
En este artículo aparecen una serie de recomendaciones para caminar juntos hacia una equidad de género, y me parecieron tan acertadas que reproduzco algunas de ellas:
- Ser un mentor (a) para las niñas y mujeres jóvenes. Las estudiantes deberían ver en sus madres, tías, maestras, y hermanas mayores, un modelo a seguir,. También deben encontrar un apoyo en el que puedan confiar y avanzar en sus metas.
- Si se tiene hijas, involucrarlas en el movimiento para apoyar mujeres en el mundo. Las niñas deben entender por qué es necesario conmemorar el Día Internacional de la Mujer. De la misma forma deben ser alentadas para usar todo su potencial y entender sus derechos humanos.
- Levantar la voz en contra de las injusticias y la violencia en contra de las mujeres en cualquier lugar. No aceptar la cultura machista, el lenguaje, las bromas y cualquier cosa que solape la discriminación. Con eso no se juega.
- Alentar que los hombres apoyen a las mujeres. Involucrarlos en la lucha por la equidad de género.
- Las instituciones educativas deben impulsar el crecimiento de la matrícula femenina en los programas de ciencia y tecnología.
Y sobre todo, recordar que desafortunadamente, el machismo de los hombres lo genera desde casa, una mujer.
Luchemos todos y todas por una verdadera inclusión 50-50.
Gracias por leerme. Sé buen@ y comparte.